miércoles, 19 de junio de 2013

"Un poco de sexo no vendría nada mal"

La puta que es toda una confesión! Pero no mía, claro...
El sexo... el sexo maldito, maldicho, maltrecho y sobre todo, muchas veces, mal hecho!
El sexo es mas que dos cuerpos acostados, sentados, parados, parapetados, en forma longitudinal o en posiciones que la cabeza no nos da para poder describir... Es muchísimo mas que eso.
Hablar de sexualidad también implica hablar de energía, de goce, de piel, de nosotros en nuestras fibras mas intimas.
El acto sexual ha sido y es, la manera mas genuina que tiene el ser humano de dejar marcas sobre el otro. Un otro que, sobre todo en estos tiempos, nunca es el mismo, o en pocos casos, es únicamente ese mismo... 

La bastardía de la sexualidad lleva la impronta de quienes han hecho de ella, un mal uso...


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En la primer mirada que se profirieron estaba la semilla maldita de lo que aquel momento les anunciaba. A partir de ese instante, sabían, que había algo imposible de eludir. Como también, había algo, que seria totalmente eludible...
Les era muy difícil estar en una reunión, cada uno haciendo alarde de su vida maravillosa, y sentir que el otro estaba cerca. Era algo casi imposible de sostener. Pero nadie parecía darse cuenta. Excepto, yo, que siempre con la mirada agudizada en los pequeños detalles, veía aquellas cosas que los demás no percibían. 
Se notaba, a la legua, que cuando se miraban, mesa por medio, en realidad lo que estaban haciendo era fantasear a la distancia. 
Fantasear con que nadie estaba allí, que podrían tirar los arreglos bien predispuestos sobre la mesa y aventurarse a sus apetitos sexuales siempre insaciables. Apetitos que solo podían satisfacer el uno con el otro, porque nadie en el mundo podría hacerlo de la misma manera.

Ella conocía cada parte de el, cada gesto, cada palabra, cada entonación; conocía la forma que tomaban las comisuras de su boca con cada palabra que el decía. Sabia que le gustaba sentirse libre cuando estaban juntos, que eso le hacia bien. Conocía sus momentos de ternura, sus sueños y esperanzas, sus días malos, sus momentos depresivos y la vulnerabilidad que yaca bajo su traje Yves Saint Laurent que utilizaba para trabajar día a día. 
El conocía cada sombra que las curvas de ella hacia con los juegos de luz que brindaba la mañana. Conocía sus puntos fuertes, los débiles y aquellos de los que ella no quería hablar. Le encantaba el tono de voz de niña que ponía cuando quería pedirle algo, y sabia cuando ella utilizaba ese mismo timbre para robarle sonrisas en días turbios. Sabia que le gustaba sentirse volar cada vez que estaban juntos, que la extasiaba el hecho de que el supiera cada cosa que le gustaba, que la hacia vibrar, que la hacia volver a sentirse viva. Tenia contados cada uno de los lunares de su espalda, su cara y sus piernas y no se cansaba de mirarlos, casi adorándolos. Conocía perfectamente a la niña debajo de los tacones Prada...

Por todo lo que se conocían, es que les era tan difícil mantenerse cerca, sentirse respirar... y no poder irse a volar juntos en las mágicas tierras donde el amor y la sexualidad son reyes.
Lo que empezó como una simple aventura, con el tiempo, cobro la forma de un lazo tan difícil de romper como el que une al día con la noche... 

La conexión que tenían era tan grande que supieron, desde la primera vez que estuvieron juntos, que nunca habían sentido nada parecido. Que todo lo anterior eran solo espasmos, pequeños pedazos de algo tan grande, que a veces no llegaban a entender... 

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Es difícil de comprender, y de poner en palabras, algo tan abarcativo como la sexualidad... Sin embargo, de algo no hay que perder la certeza, y es que, en el terreno del sexo, lo que importa es la conexión, la energía, el poder entender, conocer, compartir; y también el poder seducir, excitar y extasiar al otro. Mas allá de todos los disfraces que nos podamos poner, cuando se trata del encuentro sexual con alguien, se cuelan nuestros mas íntimos secretos, nuestras partes mas vulnerables y mas sádicas, lo mas intimo de nosotros.
 Y a eso, nadie escapa... No debería escaparle nadie, porque en cada cama que tocamos, quedan rastros nuestros. Y cada vez que tocan nuestra cama, nos dejan rastros de ellos... 
Entonces, porque escaparle a ello? Si, después de todo, no hay nada mas hermoso que los recuerdos que nos dejan quienes han pasado por nuestra vida. 


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